viernes, 22 de febrero de 2013

Jhon Dewey



El texto que sigue se publicó originalmente en Perspectivas: revista trimestral de educación comparada
(París, UNESCO: Oficina Internacional de Educación), vol. XXIII, n
os
 1-2, 1993,
págs. 289-305.
©UNESCO: Oficina Internacional de Educación, 1999
Este documento puede ser reproducido sin cargo alguno siempre que se haga referencia a la fuente
JOHN DEWEY
(1859-1952)
Robert B. Westbrook
1
John Dewey fue el filósofo norteamericano más importante de la primera mitad del siglo XX. Su
carrera abarcó la vida de tres generaciones y su voz pudo oirse en medio de las controversias
culturales de los Estados Unidos (y del extranjero) desde el decenio de 1890 hasta su muerte en
1952, cuando tenía casi 92 años. A lo largo de su extensa carrera, Dewey desarrolló una filosofía
que abogaba por la unidad entre la teoría y la práctica, unidad que ejemplificaba en su propio
quehacer de intelectual y militante político. Su pensamiento se basaba en la convicción moral de
que “democracia es libertad”, por lo que dedicó toda su vida a elaborar una argumentación
filosófica para fundamentar esta convicción y a militar para llevarla a la práctica (Dewey, 1892,
pág. 8). El compromiso de Dewey con la democracia y con la integración de teoría y práctica fue
sobre todo evidente en su carrera de reformador de la educación.



El pensamiento de Jhon Dewey

El pensamiento de Jhon Dewey 2

El pensamiento de Jhon Dewey 3 (Democracia)

Especialmente ver el tres.



Democracia y educación
La formación del carácter del niño, el programa moral y político de la escuela, se califican a veces
de “programa oculto”, pero en el caso de Dewey este aspecto de su teoría y práctica pedagógicas
no fue menos explícito, aunque bastante menos radical, que el resto de los objetivos asignados al
programa de estudios. Dewey no dudaba en afirmar que “la formación de un cierto carácter”
constituía “la única base verdadera de una conducta moral”, ni en identificar esta “conducta
moral” con la práctica democrática (Dewey, 1897b).
Según Dewey, las personas consiguen realizarse utilizando sus talentos peculiares a fin de
contribuir al bienestar de su comunidad, razón por la cual la función principal de la educación en
toda sociedad democrática es ayudar a los niños a desarrollar un “carácter” –conjunto de hábitos y
virtudes que les permita realizarse plenamente de esta forma. Consideraba que, en su conjunto, las
escuelas norteamericanas no cumplían adecuadamente esta tarea. La mayoría de las escuelas
empleaban métodos muy “individualistas” que requerían que todos los alumnos del aula leyeran los
mismos libros simultáneamente y recitaran las mismas lecciones. En estas condiciones, se atrofian
los impulsos sociales del niño y el maestro no puede aprovechar el “deseo natural del niño de dar,
de hacer, es decir, de servir (Dewey, 1897a, pág. 64). El espíritu social se sustituye por
“motivaciones y normas fuertemente individualistas”, como el miedo, la emulación, la rivalidad y
juicios de superioridad e inferioridad, debido a lo cual los más débiles pierden gradualmente su
sentimiento de capacidad y aceptan una posición de inferioridad continua y duradera”, mientras
que los más fuertes alcanzan la gloria, no por sus méritos, sino por ser más fuertes” (Dewey,
1897a, págs. 64 y 65). Dewey afirmaba que para que la escuela pudiera fomentar el espíritu social
de los niños y desarrollar su espíritu democrático tenía que organizarse en comunidad cooperativa.
La educación para la democracia requiere que la escuela se convierta en “una institución que sea,
provisionalmente, un lugar de vida para el niño, en la que éste sea un miembro de la sociedad,
tenga conciencia de su pertenencia y a la que contribuya” (Dewey, 1895, p. 224).

La creación en el aula de las condiciones favorables para la formación del sentido
democrático no es tarea fácil, ya que los maestros no pueden imponer ese sentimiento a los
alumnos; tienen que crear un entorno social en el que los niños asuman por sí mismos las
responsabilidades de una vida moral democrática. Ahora bien, señalaba Dewey, este tipo de vida
“sólo existe cuando el individuo aprecia por sí mismo los fines que se propone y trabaja con
interés y dedicación personal para alcanzarlos” (Dewey, 1897a, pág. 77). Dewey reconocía que
pedía mucho a los maestros y por ello, al describir su función e importancia social a finales del
decenio de 1890, volvió a recurrir al evangelismo social, que había abandonado, llamando al
maestro “el anunciador del verdadero reino de Dios” (Dewey, 1897b, pág. 95).
Como da a entender en su testamento, la teoría educativa de Dewey está mucho menos
centrada en el niño y más en el maestro de lo que se suele pensar. Su convicción de que la escuela,
tal como la concibe, inculcará en el niño un carácter democrático se basa menos en la confianza en
las “capacidades espontáneas y primitivas del niño” que en la aptitud de los maestros para crear en
clase un entorno adecuado “para convertirlas en hábitos sociales, fruto de una comprensión
inteligentede su responsabilidad” (Dewey, 1897b, págs. 94 y 95).
La confianza de Dewey en los maestros también reflejaba su convicción, en el decenio de
1890, de que “la educación es el método fundamental del progreso y la reforma social” (Dewey,
1897b, pág. 93). Hay una cierta lógica en ello. En la medida en que la escuela desempeña un papel
decisivo en la formación del carácter de los niños de una sociedad, puede, si se la prepara para
ello, transformar fundamentalmente esa sociedad. La escuela constituye una especie de caldo de
cultivo que puede influenciar eficazmente el curso de su evolución. Si los maestros desempeñaran
realmente bien su trabajo, apenas se necesitaría reforma: del aula podría surgir una comunidad
democrática y cooperativa.


5 comentarios:

  1. Me llamo mucho la atención el papel de la escuela que plantea Dewey como distribuidor de valores y objetivos, es un "Laboratorio de Democracia"
    o un taller de democracia con cierto desorden
    la disciplina que vale es la del trabajo no la del la apariencia.
    Luis E. Saulés Estrada

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  2. Me parecio interesante la forma en como concibe la democracia como una forma de vida, como un modo de organización y no como una forma de gobierno. Me gusto también su planteamiento donde establece una dualidad entre educación y democracia en la cual todos tienen las mismas oportunidades de participar y aportar "trabajando" segun sus posibilidades. Ma. Cristina Alcántara A.

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  3. Buenas TardesSopy Martha Elva Valverde Huerta, estoy enviando el trabajo de la Aventura del pensamiento de John Dewy en el que se basa en una pedagogía que lleva a una democracia el cual educa a una sociedad y que la educación democratiza para este personaje la Democracia es una forma de vida, un ideal ético que establece dos criterios de valoración el cual propicia una sociedad basada en la educación,en la salud y en la flexibilidad de su estructura asegurando una readaptación mediante la acción y reacción. Existe una gran relación entre la colaboración y socialización de tal forma que propone una Escuela Ideal que contenga principios,métodos, metas, objetivos, valores y una estructura educativa democrática basada en un trabajo,y en un placer.

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  4. Estoy totalmente de acuerdo con Dewey, cada persona tiene talentos peculiares.
    Respecto a que los alumnos tienen impulsos naturales de hacer, de servir, decir, y muchas ocasiones se ven limitados por los profesores, que pretenden sustituir esas motivaciones individualistas, para conformar una comunidad. Pero ésta comunidad debe ser de bienestar, en dónde prevalezca los hábitos, valores y virtudes que les permitan a los niños tener una conciencia de pertenencia; y que de ellos emane por ende UNA PRÁCTICA DEMOCRÁTICA.
    Y efectivamente depende del profesor más que del alumno encauzar ésa práctica democrática.

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